Enric Pujol Espinosa de los Monteros

Enric nos dejó el 19 de diciembre de 2012. Aunque somos conscientes de que él rehuía cualquier reconocimiento que se le quisiera hacer, no hemos querido perder la oportunidad de, como mínimo, recoger los recuerdos que tenemos de él para hacer un pequeño mosaico de impresiones en torno a su persona. Hemos recopilado también algunas de las fotografías (de las pocas que se dejó hacer) que, pasados los años, nos permiten recordar su tímida sonrisa y su bondad.

Llevaba unos 14 años jubilado y, por decisión propia, se había desvinculado casi por completo del mundo de la restauración. De hecho, mantenía vínculos con la gente de mayor confianza pero no asistía a ningún acto organizado por nuestro colectivo profesional. Ni siquiera aceptó la invitación que desde el Grup Tècnic se le hizo, en 2008, con motivo de la celebración del 25 aniversario de la asociación, en la que se le quería rendir un homenaje especial haciéndolo socio honorífico. En aquella ocasión le preparamos un libro de dedicatorias con una recopilación fotográfica y pretendíamos hacerle entrega públicamente aprovechando dicha celebración. Pero no quiso asistir, por lo que tuvimos que ir a su casa, a la Garriga. Allí pudimos comprobar que se había buscado una forma de vivir la jubilación con tranquilidad y haciendo las cosas que siempre le habían hecho ilusión y que no había podido llevar a cabo por falta de tiempo. Estaba haciendo unas figuras de ajedrez en madera que había diseñado meticulosamente y que en ese momento se habían convertido en el objetivo de su perseverancia y terquedad.

Enric fue una persona admirable y entrañable. Somos muchos los que le recordamos por sus lecciones, tanto de vida como de profesión.

Habiendo realizado, de joven, estudios de mecánica, se decantó por el dibujo técnico y finalmente terminó dedicándose a la restauración después de haberse matriculado en la Facultad de Bellas Artes, donde terminó cursando la especialidad entre compañeros como Mª Antonia Heredero, Gloria Flinch, Aurora Velat, Gener Alcantara, Georgina Berini, Àngels Borrell y Gema Campo, entre otros.

En estos términos recuerda a Gema Campo la primera vez que vio a Enric: “(…) debería ser en 1976 o 77. Yo apenas había empezado los estudios en la antigua Escuela Superior de Bellas Artes Sant Jordi, y precisamente Enric formaba parte de un grupo de estudiantes mayores que, en una sesión informativa en la Sala de Actos, nos explicaban las ventajas de la transformación por la que se luchaba, el paso de Escuela Superior de Bellas Artes en Facultad de la Universidad de Barcelona. Recuerdo que me impactó su aspecto: el blazer azul marino y su forma de fumar en pipa me hicieron clasificarlo como una especie de lobo de mar o de bohemio parisino. No me imaginaba en ese momento que pocos años después, en 1981, coincidiríamos y trabajaríamos juntos en el Centro de Restauración de Sant Cugat y mantendríamos una relación muy buena que me hizo cambiar totalmente esta primera imagen. En los primeros meses de trabajo en el centro Enric venía por las tardes, cuando salía del otro trabajo que todavía mantenía y se dedicaba más bien a tareas de organización, reuniones, etc. para intentar dar estructura a ese centro que apenas comenzaba su actividad. Más adelante, y reconduciendo la situación, su trabajo se centró en el taller de carpintería de la planta baja, donde diseñó y construyó las mesas de trabajo y inició su labor en el tratamiento de soportes de retablos a la vez que iba formando el equipo de trabajo que colaboraba con él”.

Gema también destaca el carácter cercano de Enric: “Supongo que le ha pasado a mucha otra gente que tuvo trato con Enric: tenías la sensación de que hablabas con alguien que te escuchaba y que, a pesar de la diferencia de edad y que tenía mucha más experiencia que el grupito de jóvenes que empezamos en el centro, mantenía una actitud de respeto, te escuchaba y se creaba con él una relación cordial que ha perdurado en nuestro recuerdo”.

Trabajó en el Centro de Restauración de Bienes Muebles de Cataluña desde su creación, en la especialidad de restauración de soportes de madera, en la que estuvo al frente hasta su jubilación. Desarrolló una importante labor en el diseño de estructuras y en la preservación de tallas, tablas y retablos. Pero también cabe destacar su labor como “maestro” de los no pocos estudiantes que pasaban por el Centro con becas y contratos, a los que Enric se esforzaba en formar como profesionales. Mari Luz Morata y Carme Masdeu lo consideran como un maestro completo, como un maestro del Renacimiento, dicen, que “transmitía el oficio tanto en la vertiente técnica como en la humana y que enseñaba a amar las herramientas y el taller ”. Recuerdan que, aunque parecía muy serio y de carácter seco, era en realidad muy cariñoso, cercano y humano. Ellas eran muy jóvenes y le agobiaban con la prisa, mientras que él reclamaba reflexión y meditación como premisa por cualquier tarea. De él aprendieron metodología, orden y responsabilidad.

Durante unos años, a finales de los 90, formó parte de la Junta de la Asociación de Conservadores Restauradores de Cataluña, Grup Tècnic, como vocal y dedicó horas y horas a preparar la contraportada de la Hoja Informativa de aquella época, con un crucigrama o sopas de letras relacionadas con nuestra profesión, que muchos de vosotros seguro que recordaréis. De esta etapa nos hace cinco céntimos Anna Nualart: “Mis recuerdos de Enric Pujol son mayoritariamente de la etapa que compartimos en la Junta del Grup Tècnic. Era la persona de más edad y que mejor conocía la profesión por dentro de los que estábamos en la Junta, y hacía un esfuerzo considerable por asistir a las reuniones que teníamos muy a menudo (en algunas épocas semanalmente). De su labor en el centro puedo hablar muy poco. Mi paso por ahí fue ocasional, pero la coincidencia con él al principio de mi actividad profesional fue siempre muy provechosa, como siempre que se escucha a alguien con mucho oficio y de quien eres consciente de que puedes aprender muchas cosas. Enric era alguien que acumulaba sabiduría de manera tranquila, con un fondo repuesto y reflexivo. Era capaz de escuchar, razonar, discutir y también de programar las acciones reivindicativas más atrevidas, pero siempre con los argumentos y el tempo necesarios para cargar de razón sus acciones. Siempre había sido una persona comprometida con la gente joven, a la que sabía escuchar y tratar con respeto. Si no recuerdo mal, había trabajado en centros de formación profesional impartiendo docencia a jóvenes con pocos estudios y recursos.

A partir de su jubilación, dejó de asistir a las reuniones del Grup Tècnic progresivamente. Tenía que bajar a Barcelona desde La Garriga expresamente y su movilidad cada vez más dificultosa le desató de la profesión. Y poco a poco le fuimos perdiendo la pista… Sin embargo, el recuerdo de Enric será siempre el de una persona cercana, con muchos conocimientos y mucha facilidad para compartirlos, de trato fácil y respetuoso: un sabio de confianza”.

Enric fumando con pipa (fotografía: Núria Pedragosa)
Enric con Mª Antònia Heredero (la Truca).
Elecciones del Grup Tècnic, 1995 (foto: Núria Pedragosa)
Claustro del Monasterio de Sant Cugat, 1998 (foto: Núria Pedragosa)
Descansando en el parque, 1990 (foto: Núria Pedragosa)
Trabajando en la Iglesia de Santa María del Mar, con Carmelo Ortega

Para muchos de nosotros Enric fue un ejemplo de esfuerzo y superación personal. Contó con muchos amigos entre sus compañeros de trabajo, para muchos de los cuales también fue un maestro y un buen consejero. Vicky Homedes y Glòria Flinch siempre le han agradecido y le seguirán agradeciendo la magnífica dedicación y actuación en tantos y tantos retablos, en algunos de los cuales ellas tuvieron la suerte de colaborar en la restauración pictórica.

Desgraciadamente nunca se animó a dejar constancia escrita de todos sus conocimientos y experiencia, lo que habría sido sin duda muy útil para la profesión. Pero él era así: una persona introspectiva, muy humilde y poco dada a notarse. Sin embargo dejó huella y no es difícil recordar su espíritu curioso ya la vez crítico que siempre marcó su talante, entre grandes dosis de terquedad y tenacidad.

Como clausura de este pequeño homenaje, reproducimos una entrevista que le hizo Mireia Mestre en septiembre de 2003 y que nos sirve para recordar a Enric y su manera de expresarse libre y claramente respecto a la profesión, a la vez que nos permite rememorar su personalidad noble e íntegra.

En lo alto del andamio, en la Iglesia de Santa María del Mar (fotografía: Carmelo Ortega)