El Greco de Montserrat es auténtico
A Magdalena penitente del Museo de Montserrat, el castigo por su dudosa autoría le ha perseguido hasta nuestros días. Pero esa mortificación en forma de polémicas –a menudo no del todo rigurosas– entre entendidos podría haber llegado a su fin. ¿Pintó Doménikos Theotokópoulos El Greco (1541-1614) ese pequeño óleo que custodia la pinacoteca montserratina? Un grupo de expertos italianos liderados por Lionello Puppi, veterano y prestigioso historiador del arte y uno de los principales conocedores de la obra del pintor cretense, han concluido que sí.
'Magdalena penitente' lucirá a partir de la próxima semana en una exposición en Treviso
Puppi se interesó por la obra cuando casi ya tenía cerrado el proyecto de la exposición El Greco in Italia. Metamorfosi di un genio, que se inaugurará el próximo día 23 en la Casa del Carraresi de Treviso –estará abierta al público hasta el 10 de abril–. Él es el comisario de esta muestra que seguirá los pasos del Greco por Italia, exhibiendo sus pinturas maestras que creó a lo largo del decenio 1567-1576, confrontadas con iconos que le inspiraron, de Tiziano, Basano y Tintoretto .
Hace un mes, Puppi y su equipo se pusieron en contacto con el director del Museo de Montserrat, José de C. Laplana, y le pidieron una fotografía en alta resolución del cuadro. Extasiados por el hallazgo, esta misma semana han enviado a Montserrat un restaurador que ha inspeccionado minuciosamente la obra y le ha realizado algunas pruebas, por ejemplo con rayos ultravioleta, que han precisado que tanto la tela como los pigmentos son antiguos, los propios del siglo XVII, y que los retoques posteriores son mínimos.
El veredicto es rotundo, según las conclusiones a las que ha tenido acceso este diario. “Puppi está convencido de que es el último cuadro que el Greco creó en Venecia, bajo el influjo de Tiziano. A su juicio, se trata de la primera Magdalena que pintó, una grisalla a partir de la cual hizo todas las demás en España, mucho más coloridas, siguiendo el gusto de aquí. Los tonos más oscuros de la obra que sirvió de modelo de toda la serie es lo que siempre ha despistado a los especialistas. Lo veían un Greco demasiado raro, pasando por alto que, al final de su vida, recuperó las grisadas”, subraya el padre Laplana, que aún así mantiene un último punto de cautela. La obra será sometida a Italia además de análisis que acabarán de certificar las hipótesis de los investigadores. El examen definitivo, que incluirá una radiografía y una reflectografía infrarroja, lo realizarán unos laboratorios de referencia en el sector de la restauración: la empresa Nicola Restauri, situada en Aramengo, cerca de Turín.
Laplana se muestra todavía prudente, pero el comité científico de la exposición considera que ya tiene elementos suficientes para defender a este Greco y ha decidido incorporar la pieza en el recorrido. De cara a los medios de comunicación, la está promocionando como uno de los reclamos. Magdalena penitente se irá de Montserrat este miércoles y, nada más aterrizar en la península itálica, recibirá un baño de masas mediático. La prensa ha sido convocada a un acto en el transcurso del cual se abrirá de forma solemne la caja a la que llegará.
El director del Museo de Montserrat respira tranquilo. Él siempre ha tenido bastante claro quién era el autor de este cuadro que ingresó en la abadía en 1980, procedente de la colección de Josep Sala Ardiz, que dio todo su legado a Montserrat. No desconfiaba, pero seguía atentamente, y hasta cierto punto entendía, el debate de los expertos. Como señal de respeto a estas discusiones, el museo, aunque lucía con orgullo su tesoro en las salas, denegaba todas las peticiones que recibía para exponer la tela fuera. “Una cosa era descolgarla de la pared, que habría sido como matarla, y otra pasearla para seguir alimentando unas posturas tan opuestas. Ahora es diferente porque hay una búsqueda seria y un informe firme detrás”, apunta el padre Laplana.
José Milicua tenía razón
El cuestionado Greco no salía de la montaña desde mediados de los años noventa, después de participar en una exposición en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), El Greco. La revalorización por el modernismo catalán, de la que fue comisario José Milicua. Aunque Milicua avaló la autenticidad de la obra –“se la miró con lupa y la tocó, no como otros que hablan sin haberla visto nunca, y llegó a las mismas conclusiones a las que ha llegado Puppi”–, la controversia fue intensa, con opiniones tan radicales como la del eminente Fernando Marías, quien no estuvo de pregonar que la obra es absolutamente falsa. Laplana quedó tan escarmentado que decidió dejarla reposar fijando un reto para los siguientes años: un estudio a fondo, “sereno y profundo”, para dilucidar el enigma de la autoría. Después de tanto tiempo esperándole, ya es una realidad.
¿La penitencia se acaba para la Magdalena del Museo de Montserrat? Parece que sí. Laplana habla de “rehabilitación” de un cuadro con una historia bastante accidentada. Su primer propietario conocido fue Josep Gallart i Folch, el dueño de Hispano-Suiza, bibliófilo y aficionado al arte. Según el periodista Lluís Permanyer, que tuvo acceso a sus memorias, compró la obra en los años cuarenta en el Rastro madrileño por 8.000 pesetas. Quienes siempre han sospechado que esta Magdalena no era auténtica han predicado este sólido argumento: cómo había podido ir a parar un Greco en un mercadillo en una época en la que el artista ya estaba encaramado en el trono de los grandes maestros de la pintura ? Un buen misterio que, en ausencia de documentación, es muy mal resolver.
En el Museo de Montserrat se encuentra la factura de la siguiente transacción: 412.500 pesetas que pagó pocos años después Josep Sala Ardiz en la Sala Parés de Barcelona, fiado del experto que garantizaba la firma de la obra, Xavier de Salas Bosch, que fue director del Museo del Prado en los años setenta.
Pero desde el principio este Greco estaba maldito por teorías para todos los gustos y disgustos. Siempre ha tenido partidarios de su autenticidad de mucho peso, como Harold Wethey. Ahora bien, él y otros entendidos no disimulaban que es un trabajo menor del artista, de calidad bajísima en comparación con la inmensa Magdalena penitente que tiene el Museo de Bellas Artes de Budapest. Wethey describió así la pieza montserratina: “Versión agradable y pequeña de la pintura de Budapest, pero que no tiene su fuerza ni su consistencia.”
En el bando de los expertos que han negado la presencia de la pincelada del Greco, están quienes aseguran que se trata de una copia hecha por el taller del maestro. Halldor Soehner, imprescindible en el universo de sabios del Greco, estaba convencido. Y quienes han ido más allá han dicho que es una falsificación descarada, es decir, una simple imitación moderna, de finales del XIX o principios del XX, justo el momento en que el Greco, ignorado y menospreciado durante siglos, fue revalorizado.